lunes, 18 de julio de 2011

El día de la alegría: 32 años después

El día 17 de julio, fecha de la huida de Somoza y por lo tanto el día de la alegría, asistí a una misa celebrada en la Colonia 14 de Septiembre, una convivencia muy fraterna de las Comunidades Eclesiales de Base, un encuentro entre distintas generaciones. No me defino como una persona religiosa, ni practicante, pero la ceremonia me fue envolviendo en estas reflexiones.

Ahí se habló de aquellos días de dolor, de los caídos, ellos que hicieron posible la liberación, se recordó a las madres de héroes y mártires de la revolución… También se recordó la alegría de la liberación, no todo fue un revivir de esos días, sino revisar los compromisos en el presente y se citó la Conferencia de Medellín, cuando la Iglesia se refiere por primera vez a la necesidad de justicia para la población que vive en situación de pobreza, condición que es el resultado de la acumulación de riqueza de unos pocos y el compromiso de la iglesia de su opción preferencial por los pobres, es decir el compromiso de la iglesia de retomar el clamor de los pobres, por su liberación de la miseria en que se vive, referida a la opresión de los ricos, de los poderosos.
Al momento del ofertorio, se ofreció como símbolo una la luz, en una vela encendida y dos mujeres portaron como ofrendas dos retratos, de manera simbólica se ofrece en el primer retrato a Monseñor Romero, quien dio su vida en el año 1980 defendiendo a los pobres de El salvador y el segundo retrato para mi sorpresa era el de Georgino Andrade, puede ser que las nuevas generaciones no conozcan quién era Georgino Andrade, él fue la primera persona asesinada durante la Cruzada Nacional de Alfabetización por ex-guardias somocistas, por el hecho de ser el que atendía una comarca en la alfabetización, su muerte conmovió a la población y en especial a los alfabetizadores, eso ocurrió el domingo 18 de mayo de 1980, en la comunidad de Palo Grande, en Villanueva, su delito fue traer la luz del conocimiento a otros campesinos, pues él era un campesino.
Algunas veces cuando se hacen referencias a la Cruzada de Alfabetización se da la impresión que solo eran estudiantes y chavalos y chavalas, pero en la Cruzada se abrazó el campesino, enseñando a otros campesinos como el caso de Georgino Andrade que en ese tiempo tenía 28 años, también los obreros fueron a alfabetizar, ahí se dio la unión del obrero y el campesino, el maestro con el estudiante, alfabetizados con alfabetizadores, todos con una sola meta, salir de la ignorancia.
Esta actividad de conmemoración de aquellos días me recordó la generosidad y el compromiso con que se vivía en tiempos de la alfabetización, en aquellos días se tenía muy presente a los héroes y mártires, su ejemplo era un ejemplo para los brigadistas, no existía el culto a los vivos, como ahora, ni se estimulaba a los jóvenes a seguir a un líder, era la mística de los héroes y mártires lo que guiaba, era la idea que ellos habían dado su vida sin esperar nada... ellos que habían pagado con su sangre el precio de la libertad que teníamos... ellos que nos habían dado la posibilidad de caminar hacia una vida con justicia social.
Es alentador encontrar en estas comunidades, que preservan valores de solidaridad, que buscan la justicia social y que preservan la memoria histórica del tiempo en que cristianos y revolucionarios, dos sectores claramente definidos y diferentes, compartieron un mismo ideal de justicia, finalmente creyentes y no creyentes, caminando juntos con una misma esperanza, en ese tiempo nació la consigna: “Entre cristianismo y revolución no hay contradicción.


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